El 12 de octubre de 1940, Mons. Leopoldo Eijo Garay, Obispo de Madrid y Patriarca de las Indias Orientales, erige la Parroquia de la Beata María Ana de Jesús, asignándole un territorio desmembrado de las parroquias de Ntra. Sra. de las Angustias y del Purísimo Corazón de María.
Se nombra como párroco a D. Julio Morate Gutiérrez, que una vez llegado al barrio, empieza los trabajos pastorales en esta zona tan devastada del Madrid de la posguerra.
Inicia por adquirir un local en la calle José Miguel Gordoa que tendrá diferentes usos: local social de encuentro para los mayores, aula donde enseñar a leer y escribir a los niños o capilla donde celebrar las misas y los primeros sacramentos como bautizos y bodas.
Pronto se adquirió, muy cerca de este local, un cercado que será el solar donde se construyó en primer lugar el Colegio parroquial dedicado a la enseñanza básica.
Se empezó a usar como capilla donde celebrar las ceremonias litúrgicas ya que era más amplio que el local y también servía como consultorio y dispensario de medicamentos para los vecinos del barrio.
A continuación, junto al Colegio, se comenzó a edificar en el año 1943 el templo parroquial, diseñado por el arquitecto Joaquín Nuñez Mera. Trabajos que llegarán hasta el año 1952, cuando el día 5 de julio, será solemnemente bendecido por el Obispo auxiliar de Madrid, Mons. José María García Lahiguera, en presencia de autoridades políticas y una gran multitud de feligreses.
Desde entonces hasta hoy, la parroquia ha tenido seis párrocos que junto a múltiples sacerdotes colaboradores que se han ido sucediendo han trabajado para que siempre fuera un punto de evangelización cristiana y un lugar de cuidado y atención de las necesidades humanas en el barrio
Homilía 80º Aniversario de la erección
de la parroquia Beata María Ana de Jesús
Mons. Jesús Vidal
12 de octubre 2020
Fiesta de la Virgen del pilar
Nos reunimos para celebrar que hace hoy 80 años, el 12 de octubre de 1940, el Patriarca, Mons. Leopoldo Eijo y Garay erigió esta parroquia, dedicándola a la Beata María Ana de Jesús. Esta es una celebración de Acción de Gracias al Señor por tanto bien que durante estos años se ha ido haciendo en esta comunidad parroquial, tanto en el ámbito pastoral como en el educativo, ya que desde el principio la acción educativa acompañó la vida de la parroquia con la creación del colegio parroquial.
La Palabra de Dios que hemos escuchado en esta fiesta del Pilar, nos habla precisamente de la construcción de la Iglesia y de cómo ha de estar fundada para permanece firme.
La primera lectura, tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, es como una fotografía de la Iglesia en su nacimiento. Jesús acaba de ascender al Cielo y el pasaje nos describe la incipiente comunidad cristiana. Podemos reconocer en el pasaje, expresados de forma muy sintética los elementos fundamentales que han ido configurando la Iglesia, presente en esta comunidad cristiana. Y al mirarlos, nos vemos impulsados a seguir haciendo de ellos el pilar central de la vida de la Iglesia.
En primer lugar, tenemos un eje de referencia espacio-temporal. En el relato se señala, casi de pasada que es sábado, último día de la creación, día del descanso de Dios, en el que el Pueblo de Israel se reúne para encontrar la Paz en su creador y reconocerle como fundamento de todas las cosas. Y los apóstoles se dirigen a Jerusalén, a la sala superior, en una clara referencia a aquella sala en la que se había celebrado la Última Cena del Señor con sus discípulos.
La asamblea de los discípulos que se reúne el domingo para celebrar la Eucaristía es el centro de la Iglesia. De aquí brota todo. Nuestra vida, disgregada por tantas tensiones, encuentra en la comunión con el Señor y con los hermanos la paz que ansía nuestro corazón.
Durante este tiempo de pandemia, y especialmente en el confinamiento previo al verano, hemos comprobado, cuan importante es la reunión de la asamblea dominical. Sin ella no podemos vivir y nuestra fe corre el riesgo de individualizarse y de perder su dimensión social. La Eucaristía no es un espectáculo al que asistir, es una celebración que nos constituye. La Iglesia es el pueblo de Dios que camina en la historia y, aunque disperso a lo largo de la semana, se reúne para ofrecer el sacrificio de Cristo que nos trae la comunión con Dios y la reconciliación con los hermanos. Ante las tensiones sociales que experimentamos, la Eucaristía es el tesoro que nosotros, pobres hombres hemos descubierto como remedio de Vida Eterna. Es, por ello el lugar de la unidad.
En segundo lugar, además de este eje espacio-temporal se nos detalla también quienes forman parte de esta primera comunidad de discípulos: los once apóstoles, algunas mujeres, María y los parientes del Señor. Descubrimos aquí la descripción de la Iglesia como un cuerpo ordenado. Los apóstoles, hacen presentes a Jesús, que está a la derecha del Padre como cabeza de este cuerpo. Damos gracias por los diversos párrocos que han presidido esta comunidad parroquial, desde D. Julio Morate, el primero hasta D. Juan Francisco Macías, el actual (sin olvidar, por supuesto al resto, especialmente a D. Santos que ha lamentado profundamente no poder asistir a esta celebración). Los sacerdotes son hombres llamados por el Señor para hacer presente a Cristo siervo y pastor en medio de la comunidad. Pidamos para que el Señor siga llamando a muchos jóvenes.
En segundo lugar señala a “algunas mujeres”. Las mujeres forman el elemento central del cuerpo. Son aquellas que, han escuchado al Señor, le han servido con sus bienes y le han seguido hasta el pie de la cruz. Han vivido enamoradas y escondidas al lado del Señor. Conocemos puntualmente el nombre de algunas de ellas, pero poco más. En ellas podemos ver a tantas mujeres, “santas de la puerta de al lado” que con su fe firme y con experiencia profunda de la misericordia de Dios han supuesto el eje de la comunidad parroquial, transmitiendo la fe en la catequesis, atendiendo a los mas necesitados en Cáritas y a través de muchos y escondidos servicios. Como nos recuerda el Papa Francisco en su intención de oración para este mes, hemos de seguir reflexionando sobre la presencia de los laicos, especialmente de las mujeres en los órganos de reflexión y responsabilidad en la Iglesia.
Por último, tenemos a los denominados “hermanos” o parientes del Señor. Es un grupo de discípulos que aparece de forma esporádica en los Evangelios, pero que va tomando fuerza en la primera Iglesia. Así aparece en el libro de los Hechos que uno de ellos, Santiago, pariente del Señor, quedará como cabeza de la Iglesia en Jerusalén al partir Pedro hacia Roma. ¿Qué podemos ver en ellos? Haciendo un poco de libre interpretación, me permito ver en ellos una referencia a las familias. La Iglesia es familia de familias. Es en vosotras donde se transmite la fe y se da el nacimiento a la vida de la Iglesia. En este tiempo de pandemia, una vez más, hemos visto la importancia de la familia como iglesia doméstica, lugar de oración en común y de ayuda mutua. La parroquia ha de tener a las familias como eje vertebrador de toda su pastoral, pues de ellas aprendemos a trasmitir y generar vida al mismo tiempo que las familias encuentran en la Iglesia la Gran Familia que les permite llevar a cabo su más alta vocación en la comunión de los esposos y la transmisión de la vida.
Y, no me olvido, por supuesto, que entre lasa mujeres sí aparece aquí nombrada: María, la madre de Jesús. Ella es el corazón y las entrañas maternas de la Iglesia, la Madre de todo el cuerpo. El pasaje que hemos escuchado en el evangelio nos señala cómo realiza esta maternidad. Ante una mujer que ensalza a María por haber sido la madre de Jesús, el mismo Jesús matiza y muestra cual ha sido el camino de su maternidad: Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen. María nos enseña el camino de ser Iglesia, acogiendo con docilidad la Palabra de Dios. Y esta acogida sólo es verdadera si se hace vida en nosotros, de forma que nos vamos asemejando a Cristo, amando con su amor, teniendo sus mismos pensamientos y sentimientos. Y en la parroquia, vemos su presencia en la vida consagrada. Las hermanas son verdaderamente madres, no sólo por lo que hacen, sino por lo que son, haciendo presente la maternidad virginal de María, que con un amor fuerte engendra la vida de la Iglesia.
Así pues, vemos que aquella fotografía de la Iglesia incipiente hoy se hace aquí presente en la asamblea parroquial que celebra la eucaristía con la Virgen María en el centro, como pilar de nuestra fe. A ella le encomendamos la vida de esta comunidad parroquial para que con la fuerza de Pentecostés siga, durante muchos más años, anunciando a Jesucristo a todos los que viven en este barrio.
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